La prensa nació casi
con el descubrimiento de América y ahora está presente en casi todo el mundo,
plasmando en sus páginas a lo largo del tiempo la historia de la humanidad y
comunicándola a la gente. Debido a esto, hoy es el medio de comunicación social
más popular del mundo en cuanto a información.
Gabriel García Márquez,
en noviembre de 1994, dijo una frase sobre la pobreza que agobiaba al
periodismo latinoamericano: “Cuando empecé este oficio tuve grandes maestros
que no me perdonaban ni un adjetivo fuera de lugar. Los jóvenes de ahora
escriben a la buena de Dios. Nadie tiene tiempo para enseñarles”. Por más que lo
haya dicho hace más de 20 años podemos sentirnos bastante identificado con esto
ya que, en la actualidad, se opta más por querer dar una primicia antes que
otros medios y se dejan de lado principios básicos como la ortografía, algo
esencial en el periodismo.
Hace 50 años este
oficio se veía muy diferente a como se observa hoy. Se trataba de una profesión
de alto respeto y dignidad, que jugaba un papel intelectual y político. La
ejercía un grupo reducido de personas que obtenían el reconocimiento de sus
sociedades. Un periodista era una persona de importancia, admirada, pero eso
cambió en los últimos 20 años. El reportero de hoy en día es una persona
anónima. Nadie lo conoce o sabe quién es.
Como consecuencia, en esta
profesión se perdió algo tan central como el orgullo de lo personal. Ese orgullo implicaba también la
responsabilidad del reportero por su trabajo: el/la periodista que pone su
nombre en un texto se siente responsable de lo que escribió. En cambio, en la
televisión o en las grandes cadenas multimedia, esa responsabilidad personal ya
no existe sin importar de la forma en que crees la noticia.
Los jóvenes periodistas
que hoy nos desempeñamos en el pequeño territorio de la prensa escrita trabajaremos
en una civilización donde nuestra tarea importará cada día más por dos razones:
la primera, porque es una profesión a través de la cual se puede manipular a la opinión pública; la segunda, porque el funcionamiento de los medios construyen un
mundo virtual que reemplaza al mundo real.
Hoy, con el desarrollo
de los medios, vivimos en un mundo donde la historia se ha vuelto doble, donde
conviven dos historias simultáneas: la que vivimos de manera personal y la que
nos inculcan los medios a través de la televisión, radio, diarios, etc. El gran
problema se presenta cuando, con el tiempo, esta acumulación de construcciones
de los medios nos hace vivir cada vez menos en la historia real y cada vez más
la ficticia.
Con la revolución
digital han surgido tres tipos de periodismo: el periodismo tradicional, el
periodismo participativo y el periodismo ciudadano, que es usado por los medios
tradicionales que solicitan compartir éstas noticias que ocurren en su
entorno con informes de audio, fotos o vídeos.
La revolución de los
medios ha planteado el problema fundamental de cómo entender el universo. La
gente común conoce la historia del mundo a través de los grandes medios. La
televisión, una nueva fuente para comprender la historia, elabora y relata
versiones erróneas que se imponen sin ser chequeadas con fuentes auténticas o
documentos originales.
“Tenemos que entender que el periodismo se
trata de una obra colectiva en la que participan las personas de quienes
obtuvimos informaciones u opiniones con las que realizaremos nuestro trabajo.
Un periodista debe tener cualidades propias pero su tarea va a depender de los
otros: aquel que no sabe compartir, difícilmente pueda dedicarse a esta
profesión ya que sin los otros no podemos hacer nada. Sin la ayuda, la
participación, la opinión y el pensamiento de los demás, no existimos”.
(Ryszard Kapuściński)
Conviene tener presente
que trabajamos con la materia más delicada de todo lo existente: la gente. Con nuestras palabras, con lo
que escribimos sobre ellos, podemos destruirles la vida. Nuestra profesión nos
lleva por un día, o por algunas horas, a un lugar que después de trabajar
dejamos. Seguramente nosotros nunca regresaremos allí, pero la gente que nos
ayudó se quedará y leerá lo que escribimos sobre ellos.
Junto a esa
sensibilidad es valioso mantener una actitud humilde sobre lo que hacemos
porque en esta profesión la experiencia no se acumula. En cada artículo, cada
crónica, cada entrevista, siempre empezamos de nuevo, desde cero. Siempre
estaremos al principio, nunca podremos estar contentos o satisfechos con
nosotros mismos.
El periodista es un
cazador furtivo en todas las ramas de las ciencias humanas. Todos ven como
redactamos, es decir, como estudiamos, reflexionamos o investigamos. El lector
confía en que allí va a encontrar respuestas a sus preguntas. Si no las haya,
dejará de creer en el periódico o en el periodista.
El texto escrito no
tiene el mismo valor ahora que en los tiempos de antes, eso es indudable. Por
eso, varios escritores y periodistas tratan de salvar sus escritos publicando
libros, un soporte que da a los textos la posibilidad de evitar que
desaparezcan con el tiempo. Nuestro oficio comenzó a cambiar como consecuencia
de la revolución tecnológica que permitió transmitir la noticia de manera fácil
e inmediata. Las redes hicieron posible que las éstas viajaran rápidamente y
sin problema de un lugar a otro en una transformación radical.
Hoy, miles de personas coleccionan
y hacen circular informaciones, también se han multiplicado las
escuelas/facultades de periodismo. Sin embargo, este oficio ha dejado de ser
una misión y muchas de las personas que trabajan en los medios lo consideran
una ocupación como cualquier otra, que bien pueden abandonar para ingresar a una
agencia de publicidad.
Otro de los problemas
que aquejan a los periodistas de hoy, es que se le da muy poco tiempo para
juntar información y así escribir una crónica o noticia. No se lo puede mandar
al lugar de los hechos sólo un día y que logre una visión real de las cosas. A
veces los lectores se preguntan: “¿Qué dice este tipo? ¿Cómo pudo escribir algo
así?” Pero no hay formas de explicarles que la responsabilidad no debe caer en
el comunicador, sino en las condiciones en las que debió hacer su trabajo. Además,
el periodista que recién está haciendo sus primeros pasos en un medio, no puede
elegir a donde ir o sobre qué quiere escribir.
Nunca sentiremos que
aquello que escribimos fue exactamente lo que queríamos decir. Siempre habrá un
margen de decepción. Por ejemplo, para el escritor todo libro es una derrota
porque él sabe muy bien que lo que dicen sus páginas no es exactamente todo lo
que pensaba expresar, pero los lectores, sin saber esto, pensarán que es una
obra magnífica.
Cada vez que nos
proponemos redactar sobre un tema, debemos preguntarnos qué tiene de universal,
si posee alguna metáfora, algún símbolo o signo que nos permita pasar de lo
pequeño a lo grande. Debemos hacer una buena reflexión porque sólo si
encontramos este vínculo, nuestro texto tendrá peso y valor.
“¿Cómo que no es
cierto? ¡Si lo vi en la televisión!” se dice muchas veces. Ver y saber entender
son elementos básicos en la manipulación de la gente que la TV sabe aprovechar
muy bien. Por ejemplo, en la dictadura funcionaba la censura. En la actualidad,
que estamos en democracia, resulta más adecuada la manipulación.
“La
gente confunde el mundo generado por las sensaciones con el mundo creado por el
pensamiento, y cree que ver es lo mismo que entender”. (Rudolf Arnheim)
Este medio de
comunicación informa con imágenes rápidas y cortas fuera de contexto y, en los
seres pensantes, despierta el interés de saber qué es lo que están viendo. Esta
curiosidad crea un puente entre la televisión y la prensa escrita, haciendo que
la persona compre el diario al día siguiente para encontrar explicaciones de lo
que vio en la pantalla ya que puede releer el texto y reflexionar sobre lo
sucedido. Para eso, los periodistas debemos ser cien veces más sabios que los
hombres/mujeres que compran el diario para que lo entiendan mejor, aunque cada
uno tiene su propia manera de entender, reflexionar y de redactar.
A veces los periodistas
le exigimos a la televisión cosas que la gente común le pide: esperamos que
ésta nos enseñe, que nos muestre el mundo. Pero a otras personas la televisión
les sirve para ir a un bar cerca de su casa y tomar una cerveza con los amigos
mientras ven el partido de futbol.
La noticia se convirtió
en un negocio y esto se debe a la llegada del gran capital a los medios de
comunicación. En el mundo contemporáneo, tener medios de comunicación significa
tener poder. Hoy, al cronista que llega de hacer una cobertura, su jefe no le
pregunta si la noticia que trae es verdadera, sino si es interesante y se puede
vender. Éste es el cambio más profundo en el mundo de los medios: el reemplazo
de una ética por otra.