sábado, 21 de octubre de 2017

Relato de un viaje en familia

El momento había llegado. Yo, ansioso como siempre, esperaba saber en que fecha iba a volver a jugar Rosario Central para viajar y poder verlo nuevamente aprovechando el partido por Copa Argentina donde pueden ir las dos hinchadas, no como lo es en el torneo local. Algo insólito y un poco ilógico, pero así es nuestro país. En esta ocasión, me tocaba seguir al equipo pero no como hincha, sino como periodista, una de mis otras pasiones. 
Desde que se conoció la fecha del encuentro, traté de convencer a mi viejo de que vayamos en el auto con varios amigos más ya que él tiene mucha confianza con ellos. Además, quería hacerlo despejar de varias situaciones complicadas que vivió en el último tiempo. Pero como siempre, sabía que convencerlo iba a ser difícil. Yo tenía que ir si o sí por trabajo, él no tenía la obligación pero presentía que quería ir. El principal problema es que en los últimos años, Central disputó tres finales y perdió todas. Mi viejo estuvo presente en dos. A partir de ahí, no quiso saber más nada con viajar. Se sentía desilusionado, al igual que yo. 
Estuve casi 10 días tratando de convencerlo para que vayamos. El partido se disputó un domingo a las tres de la tarde, no podía meter excusas de que tenía que trabajar. Eso me ayudó. Convenció a un amigo suyo para viajar pero dos días antes le dijo que no tenía ganas de ir. Ahí pensé que se derrumbaba todo el esfuerzo hecho pero se me ocurrió preguntarle al hermano menor de él, igual de fanático, para ver si quería ir. Le expliqué la situación y sin miramientos me dijo que sí. Todo sea por su hermano. 
Volví a hablar con mi viejo, lo atrapé nuevamente y, antes de que vuelva a cambiar de opinión, fui a sacarle la entrada así no tenía escapatoria junto con la de mi tío y mi primo de tan sólo siete años. No le gustó mucho esa actitud, me lo hizo saber, pero yo sabía que cuando estemos en Buenos Aires, en la cancha junto a su equipo, se le iba a pasar.
El domingo del partido llegó, puse la alarma a las 9 y ya tenía llamadas de él esperándome en la puerta de casa para ir a buscar al resto. La travesía y aventura de conocer un cancha nueva había empezado y a él ya le empezaba a gustar. El viaje fue muy tranquilo y antes de que llegue la 1 de la tarde ya habíamos llegado. A los pocos minutos se largó una tormenta eléctrica preocupante con mucha lluvia que hacía poner en riesgo el partido. Eso ya lo empezaba a poner de mal humor, pero la suerte nos acompaño y el juego se disputó.
Conseguí una credencial de periodista medio rara, tenía que cubrir el partido desde la tribuna y después bajar a hacer entrevistas, pero estaba mirando el partido al lado de mi viejo y era lo más importante. Como en cada partido de nuestro equipo, el nerviosismo se empezaba a hacer protagonista de todos y él empezó a fumar. Cuando lo hace es porque las cosas no marchan tranquilas. Además, el frío y la llovizna ligera también se hacían presente en la tarde, más parecida a noche, de La Paternal.
Con confianza, sabía que los jugadores iban a sacar el partido adelante. Lo lograron y, como si fuera poco, convirtieron dos goles, situaciones que hicieron que me funda en un abrazo emocionante con mi viejo en cada uno de ellos, cosa que hacía mucho no pasaba en una cancha del deporte que nos apasiona. El árbitro marcó el final del partido y el abrazo volvió a aparecer, esta vez entre los cuatro. La alegría se apoderaba de todos y sentía que ese sentimiento se notaba más en mi que en los demás, porque veía que el estaba contento después de mucho tiempo junto con su hijo al lado de su equipo. 
Bajé a la zona mixta, hice las entrevistas y me encontré con mi familia en el lugar acordado fuera del estadio. La sonrisa todavía se distinguía en la cara de mi papá y empezó a recordar algunas jugadas, no sin antes preguntarme como me había ido a mi. 
Llegaba la hora de la vuelta y había un poco de embotellamiento pero poco importaba debido al resultado. Con música de fondo y hablando casi tres horas y media, llegamos a Rosario. Fuimos a buscar nuestro auto a la casa de mi tío (viajamos con el coche de él) y me llevó hasta casa. Lo saludé, agarré mi bolso y antes de bajarme me dice: "Gracias por invitarme, ojalá se repita". Lo abracé nuevamente y entré a mi casa. Como él dijo, ojalá se repita y no falten nuevas oportunidades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Análisis sobre el periodismo: pasado y presente

La prensa nació casi con el descubrimiento de América y ahora está presente en casi todo el mundo, plasmando en sus páginas a lo largo del...