jueves, 26 de octubre de 2017

Análisis sobre el periodismo: pasado y presente

La prensa nació casi con el descubrimiento de América y ahora está presente en casi todo el mundo, plasmando en sus páginas a lo largo del tiempo la historia de la humanidad y comunicándola a la gente. Debido a esto, hoy es el medio de comunicación social más popular del mundo en cuanto a información.
Gabriel García Márquez, en noviembre de 1994, dijo una frase sobre la pobreza que agobiaba al periodismo latinoamericano: “Cuando empecé este oficio tuve grandes maestros que no me perdonaban ni un adjetivo fuera de lugar. Los jóvenes de ahora escriben a la buena de Dios. Nadie tiene tiempo para enseñarles”. Por más que lo haya dicho hace más de 20 años podemos sentirnos bastante identificado con esto ya que, en la actualidad, se opta más por querer dar una primicia antes que otros medios y se dejan de lado principios básicos como la ortografía, algo esencial en el periodismo.
Hace 50 años este oficio se veía muy diferente a como se observa hoy. Se trataba de una profesión de alto respeto y dignidad, que jugaba un papel intelectual y político. La ejercía un grupo reducido de personas que obtenían el reconocimiento de sus sociedades. Un periodista era una persona de importancia, admirada, pero eso cambió en los últimos 20 años. El reportero de hoy en día es una persona anónima. Nadie lo conoce o sabe quién es.
Como consecuencia, en esta profesión se perdió algo tan central como el orgullo de lo personal. Ese orgullo implicaba también la responsabilidad del reportero por su trabajo: el/la periodista que pone su nombre en un texto se siente responsable de lo que escribió. En cambio, en la televisión o en las grandes cadenas multimedia, esa responsabilidad personal ya no existe sin importar de la forma en que crees la noticia.
Los jóvenes periodistas que hoy nos desempeñamos en el pequeño territorio de la prensa escrita trabajaremos en una civilización donde nuestra tarea importará cada día más por dos razones: la primera, porque es una profesión a través de la cual se puede manipular a la opinión pública; la segunda, porque el funcionamiento de los medios construyen un mundo virtual que reemplaza al mundo real.
Hoy, con el desarrollo de los medios, vivimos en un mundo donde la historia se ha vuelto doble, donde conviven dos historias simultáneas: la que vivimos de manera personal y la que nos inculcan los medios a través de la televisión, radio, diarios, etc. El gran problema se presenta cuando, con el tiempo, esta acumulación de construcciones de los medios nos hace vivir cada vez menos en la historia real y cada vez más la ficticia.
Con la revolución digital han surgido tres tipos de periodismo: el periodismo tradicional, el periodismo participativo y el periodismo ciudadano, que es usado por los medios tradicionales que solicitan compartir éstas noticias que ocurren en su entorno con informes de audio, fotos o vídeos.
La revolución de los medios ha planteado el problema fundamental de cómo entender el universo. La gente común conoce la historia del mundo a través de los grandes medios. La televisión, una nueva fuente para comprender la historia, elabora y relata versiones erróneas que se imponen sin ser chequeadas con fuentes auténticas o documentos originales.

 “Tenemos que entender que el periodismo se trata de una obra colectiva en la que participan las personas de quienes obtuvimos informaciones u opiniones con las que realizaremos nuestro trabajo. Un periodista debe tener cualidades propias pero su tarea va a depender de los otros: aquel que no sabe compartir, difícilmente pueda dedicarse a esta profesión ya que sin los otros no podemos hacer nada. Sin la ayuda, la participación, la opinión y el pensamiento de los demás, no existimos”. (Ryszard Kapuściński)

Conviene tener presente que trabajamos con la materia más delicada de todo lo existente: la gente. Con nuestras palabras, con lo que escribimos sobre ellos, podemos destruirles la vida. Nuestra profesión nos lleva por un día, o por algunas horas, a un lugar que después de trabajar dejamos. Seguramente nosotros nunca regresaremos allí, pero la gente que nos ayudó se quedará y leerá lo que escribimos sobre ellos.
Junto a esa sensibilidad es valioso mantener una actitud humilde sobre lo que hacemos porque en esta profesión la experiencia no se acumula. En cada artículo, cada crónica, cada entrevista, siempre empezamos de nuevo, desde cero. Siempre estaremos al principio, nunca podremos estar contentos o satisfechos con nosotros mismos.
El periodista es un cazador furtivo en todas las ramas de las ciencias humanas. Todos ven como redactamos, es decir, como estudiamos, reflexionamos o investigamos. El lector confía en que allí va a encontrar respuestas a sus preguntas. Si no las haya, dejará de creer en el periódico o en el periodista.
El texto escrito no tiene el mismo valor ahora que en los tiempos de antes, eso es indudable. Por eso, varios escritores y periodistas tratan de salvar sus escritos publicando libros, un soporte que da a los textos la posibilidad de evitar que desaparezcan con el tiempo. Nuestro oficio comenzó a cambiar como consecuencia de la revolución tecnológica que permitió transmitir la noticia de manera fácil e inmediata. Las redes hicieron posible que las éstas viajaran rápidamente y sin problema de un lugar a otro en una transformación radical.
Hoy, miles de personas coleccionan y hacen circular informaciones, también se han multiplicado las escuelas/facultades de periodismo. Sin embargo, este oficio ha dejado de ser una misión y muchas de las personas que trabajan en los medios lo consideran una ocupación como cualquier otra, que bien pueden abandonar para ingresar a una agencia de publicidad.
Otro de los problemas que aquejan a los periodistas de hoy, es que se le da muy poco tiempo para juntar información y así escribir una crónica o noticia. No se lo puede mandar al lugar de los hechos sólo un día y que logre una visión real de las cosas. A veces los lectores se preguntan: “¿Qué dice este tipo? ¿Cómo pudo escribir algo así?” Pero no hay formas de explicarles que la responsabilidad no debe caer en el comunicador, sino en las condiciones en las que debió hacer su trabajo. Además, el periodista que recién está haciendo sus primeros pasos en un medio, no puede elegir a donde ir o sobre qué quiere escribir.
Nunca sentiremos que aquello que escribimos fue exactamente lo que queríamos decir. Siempre habrá un margen de decepción. Por ejemplo, para el escritor todo libro es una derrota porque él sabe muy bien que lo que dicen sus páginas no es exactamente todo lo que pensaba expresar, pero los lectores, sin saber esto, pensarán que es una obra magnífica.
Cada vez que nos proponemos redactar sobre un tema, debemos preguntarnos qué tiene de universal, si posee alguna metáfora, algún símbolo o signo que nos permita pasar de lo pequeño a lo grande. Debemos hacer una buena reflexión porque sólo si encontramos este vínculo, nuestro texto tendrá peso y valor.
“¿Cómo que no es cierto? ¡Si lo vi en la televisión!” se dice muchas veces. Ver y saber entender son elementos básicos en la manipulación de la gente que la TV sabe aprovechar muy bien. Por ejemplo, en la dictadura funcionaba la censura. En la actualidad, que estamos en democracia, resulta más adecuada la manipulación.

“La gente confunde el mundo generado por las sensaciones con el mundo creado por el pensamiento, y cree que ver es lo mismo que entender”. (Rudolf Arnheim)

Este medio de comunicación informa con imágenes rápidas y cortas fuera de contexto y, en los seres pensantes, despierta el interés de saber qué es lo que están viendo. Esta curiosidad crea un puente entre la televisión y la prensa escrita, haciendo que la persona compre el diario al día siguiente para encontrar explicaciones de lo que vio en la pantalla ya que puede releer el texto y reflexionar sobre lo sucedido. Para eso, los periodistas debemos ser cien veces más sabios que los hombres/mujeres que compran el diario para que lo entiendan mejor, aunque cada uno tiene su propia manera de entender, reflexionar y de redactar.
A veces los periodistas le exigimos a la televisión cosas que la gente común le pide: esperamos que ésta nos enseñe, que nos muestre el mundo. Pero a otras personas la televisión les sirve para ir a un bar cerca de su casa y tomar una cerveza con los amigos mientras ven el partido de futbol.

La noticia se convirtió en un negocio y esto se debe a la llegada del gran capital a los medios de comunicación. En el mundo contemporáneo, tener medios de comunicación significa tener poder. Hoy, al cronista que llega de hacer una cobertura, su jefe no le pregunta si la noticia que trae es verdadera, sino si es interesante y se puede vender. Éste es el cambio más profundo en el mundo de los medios: el reemplazo de una ética por otra.

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